Publicado por Diario Financiero.

Que las empresas tengan que incorporar información sobre temas de sostenibilidad y gobierno corporativo en sus memorias anuales, por normativa, puede ayudar a los inversionistas a escoger mejor en cuáles apostar y poner fichas, considerando los nuevos desafíos globales. Algo similar plantean los sistemas de clasificación de actividades económicas sostenibles que ya existen en Europa y de los que Chile puede aprender, según los expertos.

En noviembre del año pasado, la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) emitió un documento, en el marco de la publicación de la Norma de Carácter General N° 461 que incorpora temáticas de sostenibilidad y gobierno corporativo en las memorias anuales de las entidades que supervisa. Se trata del primer informe en Chile que se refiere formalmente a la necesidad país de establecer una taxonomía que establezca criterios generales para que los inversionistas y el público puedan evaluar y seleccionar aquellas iniciativas que podrían resguardar mejor sus intereses. Y según los expertos, es una hoja de ruta clave para avanzar hacia una clasificación oficial de inversiones económicas sostenibles para el país, un trabajo que ya adelanta el Ministerio de Hacienda.

El potencial

Para Raúl O’Ryan, académico del Center for Energy Transition de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez, el mayor potencial del documento asociado a la norma N° 461 es que al incorporar el deber de informar sobre temas de sostenibilidad y gobierno corporativo, facilita que los inversionistas puedan, a su vez, informarse de mejor manera respecto de como las empresas en las que pueden invertir se hacen cargo de dos temas claves: la sostenibilidad de sus acciones e inversiones y la gestión de esa sostenibilidad. “Además, es una señal potente de que los temas de sostenibilidad deben ser prioritarios en la gestión corporativa”, señala.

El hecho de que se intente promover una mayor transparencia en el mercado respecto de la calidad de un activo en cuanto a su alineamiento con objetivos de sostenibilidad es clave, dice Gabriel Arancibia, abogado asociado del área corporativa de Alessandri. Esto, con el fin de “aumentar la transparencia de información en el mercado respecto de esta información, y desde luego, reducir los costos de transacción para los distintos agentes del mercado involucrados en evaluar dicho alineamiento”.

Ir más allá

O’Ryan subraya que esta norma es parte de un contexto mayor, donde la responsabilidad social empresarial “va quedando en el pasado”, mientras que los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza corporativa, por sus siglas en inglés) son ahora “el nuevo paradigma corporativo”, relacionados además con los esfuerzos globales para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la Organización de Naciones Unidas.

Jose Luis Blasco, director global de Sostenibilidad de Acciona, coincide en ese diagnóstico. “Los criterios ESG ayudan a las empresas a entender y explicar cómo gestionan algunos de los ingredientes fundamentales del éxito empresarial de las próximas décadas”, dice. Sin embargo, sugiere que solos no son suficientes, pues tradicionalmente han sido valorados por las empresas como parte de la gestión de sus riesgos. Por eso, sentar las bases para avanzar en la definición de esta clasificación es tan importante: “La taxonomía se orienta menos al ‘cómo’ las empresas gestionan (visión tradicional ESG) y más al ‘qué’ actividad desarrollan”. Es decir, una información al mercado sobre las competencias de las compañías para “leer y actuar sobre las oportunidades a través de su actividad”.

Lo que viene

La aplicación de la norma podría sentar un precedente clave para empezar a tener empresas alineadas con estratégicas taxonómicas, como lo es Acciona, asegura Blasco, mientras delinea parte del camino que han recorrido a partir de la aplicación de un reglamento que Europa definió hace algunos años: “Hemos auditado por tercer año nuestras cuentas con los criterios establecidos en la nueva clasificación europea”. Al hacerlo, el 93% de sus inversiones elegibles están “alineadas con la taxonomía” y la firma se posiciona como “el mayor operador independiente global con actividad exclusiva en renovables (más de 10GW), y al mismo tiempo, como un referente en la construcción y operación de infraestructuras sostenibles”.

Ejemplos como ese abonan el terreno frente a la importancia de que Chile logre establecer su propia clasificación, la que debe confeccionarse “de manera ajena a los intereses nacionales o a aspectos tecnológicos concretos”, subraya Blasco.

Desarrollar este instrumento es alinearse con la contingencia global. “Es ir en línea con lo que están haciendo las regulaciones más avanzadas a nivel global, como la taxonomía de actividades sostenibles de la Unión Europea, que tiene entre sus objetivos la mitigación y adaptación al cambio climático, la transición hacia una economía circular, uso sostenible del agua y recursos marinos, entre otros”, destaca Arancibia.

Para O’Ryan, el desarrollo de una taxonomía verde, entendida como una guía basada en indicadores de sostenibilidad que facilite la comparación entre opciones de inversión, permitirá mejorar la transparencia en el proceso de toma de decisiones de los inversionistas, pero sobre todo, será fundamental para evitar el greenwashing, “es decir, utilizar lo verde más como una práctica de marketing que como una estrategia de transformación profunda”.