3 de abril de 2025

El aumento de demanda de energía y su costo ha crecido cerca de 20% en los últimos diez años y ese hecho es relevante en un mercado como la minería. Los próximos años, necesariamente, serán de fuerte introducción de nuevas fuentes de energía, basadas en la eficiencia energética como principio básico. Sobre este presente y el futuro, conversamos con representantes de Anesco Chile, CENTRA UAI y el Consejo Minero.

A medida que el tiempo avanza, el consumo de energía de la minería aumenta, especialmente en el segmento de la gran minería del cobre. Como contrapartida, la producción de energía se desarrolla con incrementos menores respecto a la demanda. En promedio, los expertos y los reportes más confiables del mercado sitúan la demanda de consumo energético en el rango de 12% a 35% anual dentro de la matriz-país, considerando los distintos tipos de energía. Estas cifras son altas y también un fuerte indicador de la gran dependencia de la minería respecto a la energía. De hecho, según datos del Consejo Minero, dentro de los costos operacionales de la minería, se ha estimado que un 11% corresponden a electricidad y otro 4% a combustibles.

La tendencia muestra, al parecer, un único camino: las empresas mineras necesitan desarrollar con urgencia una estrategia basada en soluciones de energía eficientes y los proveedores tienen un rol clave en la satisfacción de esa necesidad.

La supremacía de las energías “limpias”
Actualmente, las empresas utilizan distintas fuentes de energía para sus operaciones, tanto para requerimiento de suministro eléctrico como para suministro térmico.

De acuerdo a Juan Andrés Méndez, Secretario General de Anesco Chile A.G., las fuentes de energía cada vez están siendo más limpias, siendo su uso en la industria impulsado por compromisos con la descarbonización de sus operaciones para disminución de emisiones, reducción de costos operacionales, sustentabilidad a largo plazo e implementación de medidas de eficiencia energética en las faenas y plantas.

“Si bien la industria continúa operando en gran medida con el uso del diésel en el transporte y con contratos de suministro eléctrico con generadoras, ya se están aplicando soluciones más verdes impulsadas con otro tipo de fuentes complementarias (como el uso del Gas y Renovables para calentamiento de soluciones y energía térmica para procesos), y son cada vez más empresas que están diversificando sus fuentes de energía”, explica Méndez.

Un ejemplo de esto último es el desarrollo de proyectos con el uso directo o complementario de ERNC, basado en la energía del sol para requerimientos eléctricos y térmicos. Según informes de Cochilco, el consumo anual de energía (electricidad + combustible) en la minería del cobre es de aproximadamente 186.000 TJ, con un 53% proveniente de electricidad y un 47% de combustibles.

“El mayor consumo de combustibles se da en los camiones CAEX utilizados en minas de rajo abierto, mientras que el consumo más alto de electricidad se concentra en los procesos de molienda. En cuanto a la electricidad, esta proviene del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), donde en 2024 el 68% de la generación provino de fuentes renovables y un 35% fue aportado generación solar y eólica”, explica Rodrigo Barraza, Director del Centro de Transición Energética (CENTRA) de la Facultad de Ingeniería y Ciencias UAI.

Si bien las energías renovables, y especialmente la energía solar, han tenido un crecimiento acelerado en los últimos años -dice el académico de UAI-, esta penetración se circunscribe en el ámbito de la generación de electricidad por medio de plantas fotovoltaicas. Así, todo indica que en términos de reemplazo de combustible para procesos industriales aún hay mucho que hacer.

De la rigidez de los contratos al modelo de la renegociación
Garantizar la producción del cobre y sus derivados, a través de procesos cada vez más automatizados, requiere contar con un suministro energético estable, con costos eficientes y que permitan operaciones rentables. Hasta ahora, ese listado de necesidades ha requerido contratos de largo plazo con proveedores de energía, coartando a veces la posibilidad de innovar en la implementación de nuevas soluciones energéticas.

Como indica José Tomás Morel, Gerente de Estudios del Consejo Minero, los contratos tradicionalmente son siempre entre 5 a 20 años, porque buscan la estabilidad necesaria en los precios para proyectar sus operaciones y gastos.

Sin embargo -añade- varias empresas mineras han adoptado nuevas estrategias energéticas de manera de incluir soluciones más sostenibles en paralelo. “Por ejemplo, proyectos de autogeneración para procesos intensivos en uso de energía, no solo eléctricos sino también térmicos, donde se desplaza el uso de combustibles más contaminantes y se baja el grado de dependencia de proveedores externos, sin ver afectados los contratos ya existentes”.

De acuerdo a la opinión del ejecutivo de Anesco, otro ejemplo interesante son los contratos de compra de energía (o PPA) con proveedores de energía renovable a largo plazo, que aseguran el suministro de energía a través de fuentes limpias y renovables sin afectar otros contratos vigentes.

En efecto, para José Tomás Morel, si bien al ser de largo plazo significa un avance paulatino hacia la incorporación de energías renovables, en algunos casos ha habido procesos de renegociación, en los que empresas socias adelantaron el cambio.

Para Rodrigo Barraza, siempre se puede más. Insiste en que aunque los contratos pueden limitar la flexibilidad en la adopción de nuevas fuentes de energía, la principal restricción para la integración de soluciones como la autogeneración no es contractual, es la falta de experiencia en este ámbito dentro de la industria minera. “En muchos casos, la prioridad sigue estando en la optimización de la producción y no en la gestión energética directa”, recalca.

Optimizar el consumo es ley
La Ley de Eficiencia Energética y su reglamento vigente establecen la obligatoriedad de implementar un Sistema de Gestión de Energía (SGE) para consumidores con un consumo anual superior a 50 Tcal/año, target de la mayoría de las empresas mineras medianas y grandes.

¿Pero qué implica el monitoreo continuo del consumo energético? Según el reporte 2024 del Ministerio de Energía sobre el avance de los SGEs, las principales acciones implementadas en la minería incluyen: recambio de equipos por versiones más eficientes; instalación de sistemas de control y optimización de procesos.

“Sin embargo, aún no se ha observado una reducción significativa en el consumo de energía del sector”, señalan expertos como Rodrigo Barraza. De hecho, el consumo energético de la minería del cobre ha crecido en torno al 2% anual en los últimos cinco años, mientras que la producción de cobre fino (TMF) se ha mantenido estable o ha disminuido ligeramente. “Esto ha provocado un aumento en el consumo específico de energía (TJ/TMF), atribuible principalmente a la disminución en la ley del mineral”, asegura el director de CENTRA.

La Ley de Eficiencia Energética y los impuestos a las emisiones han impulsado que cada vez más empresas implementen sistemas de gestión energética (SGE) para monitorear, controlar y optimizar el consumo de energía en las distintas operaciones. Así lo indica Juan Andrés Méndez, y añade que en ellas se han implementado distintas medidas de eficiencia energética para minimizar sus costos. Algunas son la modernización de los equipos, aplicación de tecnología más eficiente, automatización, sistemas de cogeneración y uso de energías renovables.

“Por citar un ejemplo, uno de los grupos mineros más importantes de Chile está construyendo un proyecto en línea con el uso de ERNC para complementar su requerimiento de energía térmica en procesos, donde se está desplazando el uso de hidrocarburos por plantas termosolares para el calentamiento del electrolito en el proceso de electro-obtención del cobre. El objetivo de la implementación de estas medidas será siempre hacer más eficientes los procesos, para cumplir con los estándares trazados de sostenibilidad a largo plazo”, señala.

Eficiencia Energética y ROI, ¿calzan los números?
Si bien los proyectos de eficiencia energética pueden ofrecer retornos sólidamente atractivos, su implementación compite internamente con otras inversiones que están más alineadas con el negocio principal de la minería.

Un nuevo sistema para acelerar la producción puede robarse más miradas que uno de ahorro energético. Además, estos proyectos requieren recursos financieros y humanos que muchas veces se priorizan para iniciativas directamente vinculadas a la producción, indica Rodrigo Barraza, “situación que ha limitado la velocidad con la que se adoptan tecnologías de eficiencia energética, a pesar de sus beneficios económicos y ambientales en el mediano y largo plazo”.

Sin embargo, cuando logran entrar, avanzar y concretarse, los proyectos de eficiencia energética pueden alcanzar un retorno de inversión espectacular, desde 2 hasta 15 años. “Si bien cada uno se evalúa en su mérito, por lo general cuando hablamos de proyectos de complementariedad energética, principalmente orientado a la integración de soluciones con ERNC a la operación, el retorno de la inversión viene dado en un plazo (entre 5 a 15 años por ejemplo), acorde al contrato y a los ahorros operativos en los que se pueda traducir, comparados por ejemplo con proyectos de modernización energética y/o desplazamiento de combustibles más contaminantes, que pueden tener pay back inferiores a los 5 años, o la implementación de sistemas de gestión energética que se pueden pagar en uno a dos años”, detalla.

La minería avanza sostenidamente hacia proyectos de incorporación de fuentes de energía renovable como solar o eólica en sus operaciones, y como indica José Tomás Morel, es la industria que cuenta con mayor trazabilidad en el consumo de energía renovable.

“Según las cifras de la plataforma Renova, del Coordinador Eléctrico Nacional, del total de energía que fue verificada como proveniente de centrales renovables, un 87% corresponde a la minería”, concluye. Una buena señal dentro del panorama energético nacional.