Los sistemas distribuidos tienen el potencial de entregar mayor confiabilidad y resiliencia al suministro energético de los usuarios finales, reducir buena parte del impacto ambiental de la infraestructura energética, reducir pérdidas de transporte al abastecer la demanda de forma local, y aportar modularidad al desarrollo de la infraestructura.

Desde el punto de vista del autoconsumo, también existe evidencia de que el desarrollo de sistemas de suministro eléctrico con alta integración de generación y almacenamiento distribuido pueden facilitar la electrificación del transporte y la calefacción, lo que es crucial para alcanzar metas de descarbonización global.

Resulta difícil concebir una perspectiva desde la cual un sistema de suministro energético distribuido no supere las prestaciones técnicas de su contraparte centralizada.

En un escenario energético en constante evolución, los sistemas distribuidos emergen como un pilar fundamental para la confiabilidad, resiliencia y sostenibilidad del suministro. Su capacidad para reducir impactos ambientales, minimizar pérdidas de transporte y facilitar la integración de generación y almacenamiento local puede posicionar a Chile como un líder en la descarbonización global.

Por lo anterior, y considerando tanto el desarrollo tecnológico actual de los recursos energéticos distribuidos como su expansión en el mundo, resulta evidente que, si tuviéramos que construir hoy los sistemas de suministro eléctrico desde cero, sería impensable diseñar nuevamente un sistema eléctrico centralizado en base a grandes obras de generación y transmisión, y con un rol importante de planificación por parte del Estado, como el que tenemos en la actualidad. Luego de esta reflexión, cabe preguntarse entonces cuál es el rol que deben cumplir los recursos energéticos distribuidos en el proceso de transición energética, desde un sistema de suministro con un legado institucional y de infraestructura diseñados para un desarrollo y operación predominantemente centralizados. Desde nuestra perspectiva, la primera barrera a superar para lograr niveles eficientes de integración de recursos distribuidos, en el marco de la transición energética; es adaptar nuestra regulación y mercados para valorizar y habilitar en igualdad de condiciones: los aportes a la eficiencia económica, seguridad y resiliencia, que realizan recursos distribuidos y de gran escala. Para que ello ocurra, urge implementar una reforma profunda al segmento de distribución, que reconozca a los recursos energéticos distribuidos como usuarios de la distribución para permitir el desarrollo eficiente de las redes, y que defina estructuras tarifarias que reflejen adecuadamente la estructura de costos del sector.

A nivel de procesos, también es indispensable contar con mayor visibilidad de la operación e infraestructura disponible en redes de distribución, de manera de mejorar la gestión de recursos energéticos distribuidos y facilitar los procesos de evaluación e instalación de dicha infraestructura. Son varios los esfuerzos que se han realizado en Chile para materializar los cambios necesarios en la última década, incluyendo el desarrollo de propuestas regulatorias detalladas para la distribución, el desarrollo de estudios de integración eficiente de recursos energéticos distribuidos, que han mostrado el enorme potencial de estas tecnologías en Chile, y esfuerzos recientes por desarrollar plataformas para el análisis y evaluación expedita de proyectos específicos de recursos energéticos distribuidos.

Habiendo a estas alturas un alto grado de consenso respecto de los cambios necesarios, el ingrediente faltante es la voluntad política de impulsar una reforma a un sector que ha mostrado en el pasado tener una enorme resistencia al cambio.

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