El último informe del IPCC indica un incremento de la temperatura promedio del planeta que puede variar entre 1.5 °C a 4 °C al año 2100, comparado con 2015. En territorio nacional, esto se traducirá en una contracción sostenida de las precipitaciones anuales y un incremento de los días secos consecutivos, con una intensidad superior al promedio del continente americano.

En este contexto, se espera que las cuencas hidrográficas de la zona centro sur de nuestro país evidencien una reducción sostenida de las cotas de embalses naturales y artificiales. Esto se traducirá en una disminución de la generación hidroeléctrica en el sistema eléctrico nacional y un potencial incremento del precio de la energía eléctrica. A su vez, las centrales hidráulicas de pasada generarán cada vez menos energía.

Pese al sombrío panorama, existen alternativas para afrontar el desafío. No es casualidad que en los últimos años y cada vez con más frecuencia, diversos actores del sector eléctrico anuncien la ejecución de proyectos de almacenamiento energético en base a baterías, los denominados “BESS” (o Battery Energy Storage System).

Si bien las baterías no superaban el 1% de la capacidad de almacenamiento energético mundial al año 2017, se proyectan incrementos significativos en el corto plazo. Sistemas BESS de gran escala pueden proveer servicios de regulación de frecuencia, partida en negro, arbitraje de energía y potencia firme, sin contar el alivio a congestiones en las líneas de transmisión. Estas capacidades los vuelven muy atractivos para afrontar la sequía, facilitar la integración masiva de energía renovable variable y evitar que se detenga el proceso de descarbonización de la matriz.

Las proyecciones para el sector son tremendamente auspiciosas: se espera que la capacidad de almacenamiento energético mundial en base a baterías se incremente desde alrededor de 10 GWh en 2017, hasta valores entre 47 GWh en el escenario más desfavorable, y 187 GWh en el más favorable, al 2030.

Más aún, las economías de escala e innovación reducirían el precio (en usd/kWh), en al menos un 50% en las principales tecnologías, al año 2030: plomo ácido, sodio-azufre, flujo redox e ion litio. Por otra parte, innovación sostenida en todas estas tecnologías augura aumentos significativos en el número de ciclos de vida y la eficiencia del ciclo carga/descarga.

El dinamismo del sector se complementa con interesantes propuestas de innovación disruptiva. Novedosos BESS prometen hasta 30,000 ciclos de carga/descarga (Enervenue, spin off de Stanford lanzada hace unos meses, por el Prof. Yi Cui), una disminución de precios del 90% respecto del precio de baterías convencionales de ion-litio (Form Energy, spin off de MIT), y un incremento en la densidad energética de hasta 1000 Wh/l (Quantumscape, apoyada por Bill Gates a través del fondo de inversión Breakthrough Energy Ventures). La transformación de la red eléctrica es inminente y las baterías llegaron para quedarse.

Por esto, la llegada de una nueva administración de gobierno genera mucha expectación. ¿Cuáles serán sus énfasis en materia energética ante la sequía que vive nuestro país y los crecientes efectos del cambio climático? Esperemos que Chile, gracias a su infraestructura, capital humano y al rol pujante de la academia desde la investigación y la innovación, materialice nuevas metas con una mirada sustentable.

Publicada por Revista Electricidad.